El Sargento eliminó sin problemas a su asaltante, mientras que los dos del fondo intentaban abalanzarse sobre Ripper y el Nacional. Rápidamente efectúo otro disparo sobre el encapuchado herido.

No podía creerlo. Me había cargado a un humano. No a un infectado, a un humano sano. Eran las órdenes.
Unos días antes, cuándo todavía había unidades militares en cada esquina y civiles abarrotando las calles, el Alto Mando había dado órdenes de disparar a todos los saqueadores. La ley marcial se cumplía a rajatabla.
En algunas ciudades por las que habíamos pasado, los cuerpos de los saqueadores aparecían colgados en las farolas para advertir a los ciudadanos honrados que no se tolelaría ningún intento de saqueo.
Que fácil era pasar de una sociedad civilizada a nuestros instintos más primitivos.
Dudaba que esas órdenes importasen mucho ya, y si los saqueadores hubiesen sido más inteligentes hubiesen robado cosas útiles cómo comida o armas, o incluso si se hubiesen rendido, tal vez los hubiesemos detenido sin más.
Pero sin duda no querían arriesgarse, y yo, a veces a mi pesar, era un soldado leal.
No es que obedeciese órdenes a ciegas, pero las órdenes estaban para cumplirlas.
Saliendo de mis elucubraciones ví cómo los otros tíos cargaban contra nosotros.
El nacional disparo su arma reglamentaria contra el tío que había herido Hartman y yo contra el restante encapuchado.

Ripper te cargas a tu hombre. +30 de exp. El nacional falla el disparo y Hartman le causa otros 13 puntos de vida, lo que lo manda al otro barrio y te da 30 puntos de exp. La tienda queda en silencio, sólo roto por el eco apagado de algún disparo.

Los cadáveres de los tres tipos yacían inertes en el suelo, que estupidez, lanzarse al combate con desencofradores contra tíos armados hasta los dientes.
El inestable silencio volvió a reinar en el lugar. Con voz prudente llamé a Ripper:
-Sargento, ¿me reúno con ustedes o quiere que mantenga la posición?

Haciendo un gesto indiqué a Hartman que abandonase la posición y se acercase.
Con la pierna le dí la vuelta al cadáver del primer tío que había matado.
No tenía ninguna gana de quitarle la capucha para verle la cara, así que intenté registrar su cuerpo para sacar cualquier cosa útil. Hice un gesto a Hartman y el nacional para que hiciesen lo mismo con los otros cuerpos, evitando los de loz zombies con el cráneo abierto y líquidos purulentos desparramándose.
Lo primero que cogí fue el desencofrador. Podía ser útil, pensé mientras lo arrojaba al fondo de la mochila....