Tras un rato de caminar llegas a lo que parece un pueblo. Unas enormes puertas de metal negro cerradas te impiden la entrada.
Pero no te puedes acercar mucho, pues dos zombies pululan por delante de la puerta, por un coche calcinado.
Mientras te escondes de los zombies dos golpes secos se oyen y los zombies caen al suelo. Se quedan inmóviles.
Un segundo después, lo que parece un impacto de bala golpea justo al lado de donde te escondes.
Alguien está disparando.

-¡EH EH EH! ¡NO DISPARÉIS! ¡NO SOY UN PUTO PODRIDO, ZOMBI, O COMO COJONES QUERÁIS LLAMARLOS! - Grito, intentando proyectar mi voz hacia el gillipollas al cual le han dado un arma para defender lo que parece ser una gran fortaleza.

Me quedo en mi posición, alerta, esperando escuchar una respuesta del tipo: "Ah, vale, puedes pasar", o algo así. No obstante, desgraciadamente, conozco al ser humano, por lo que sé que no me va a resultar fácil conseguir entrar allí. También medito sobre la posibilidad de que no me dejen entrar, por lo que me planteo seriamente darme la vuelta e ir en dirección opuesta. A fin de cuentas, ¡tengo toda la vida por delante!

-Sal inmediatamente dónde pueda verte.
Al fijarte encima del muro, ves a un hombre jóven, con un rifle de caza, del calibre 22, mirando hacía afuera y apuntándote con el arma.

Me incorporo y salgo de mi escondite, no sin antes susurrar una blasfemia.

- Tranquilo, vaquero...- Grito al chaval.

-Mantenga las manos bien arriba y no intente hacer nada raro. ¿Quién cojones es usted y que está haciendo aqui?.
El chico no parecía muy amistoso y no muy contento de verte.