etveter (127 Posts hasta ahora) | | Nada más bajar del URO ordeno que se descargue el material y se deje en la armería y en la despensa. Además ordeno que lleven a los civiles a los barracones y les den comida y bebida, además de atención médica si la necesita. También ordeno a tres soldados que escolten a una habitación cerrada al francotirador ruso y monten guardia en la puerta hasta que yo llegue.
Mientras estoy en eso, Selene llega muy contenta.
-Ha ido mejor de lo esperado. Pero hemos perdido un hombre... aunque parece que hemos ganado nuevos amigos para nuestra causa. Gracias por el apoyo en el helicóptero.
En ese momento me doy cuenta que casi me olvido del soldado que habíamos perdido. Ordeno que lleven su cuerpo con cuidado y lo dejen en la sala del laboratorio para después rendirle homenaje cómo se merece.
Justo en ese momento llega un Z.O.R.T y me empieza a decir algo así cómo que un doctor del C.D.C quiere verme.
-¿Un doctor? ¿Pero que dice, soldado? ¿Cómo va a haber llegado un doctor hasta aquí?.
En ese momento capto la mirada que le echa el Z.O.R.T a su jefa Selene.
Me quedó confuso un rato y luego con cara muy severa y muy cabreado miró a Selene y le digo.
-Luego hablaremos de esto, Sargento Black.
Mientras los soldados van de un lado para otro con cajas y munición además de comida y civiles asustados yo me dirijo con el Z.O.R.T a una sala donde me dice que están todos los civiles. Ordenó que los nuevos civiles vayan a esa sala después de que les hayan dado de comer y beber.
Al entrar encuentro a los civiles bastante exaltados junto a un hombre indudablemente americano. Tendría unos 30 años y era de complexión fuerte. Le tendí la mano.
-Buenas noches. Soy el Sargento Bécquer, de la Compañia de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra Español. Estoy un poco confundido. ¿Quién es usted y cómo ha llegado hasta aquí?. |
J.R. Lanya (51 Posts hasta ahora) | | El Z.O.R.T. sale de la habitación dejando tras de sí mi dolor de cabeza y el problema inmediato. Todo es silencio, parece que a los civiles no les queda mucha fuerza o se la están reservando.
- Soldado Brooks por favor tome asiento, no soporto verle de pie todo el rato.
El soldado parece dudar un rato pero se acaba sentando, no deja ni un momento el arma fuera del alcance del dedo índice y anular.
- Vaya, esto sí que me sorprende - saco una libreta y la coloco enfrente de la persona más cercana - Por favor escriban sus nombres y su profesión.
- ¿Qué pasa se le olvidarán si se los decimos en alto, o pasará de nosotros como está haciendo el resto?
Miro fulminantemente a la persona que ha dicho eso. Un tipo castaño, bastante delgado con un polo amarillo y pantalón azul.
- No a las dos. Pero le dejo probar suerte - mientras el resto, atento a la conversación, va escribiendo y pasándose la libreta. Me llama la atención una niña pequeña en los brazos de una mujer bastante joven como para ser su madre.
- Francisco Rodríguez, oficinista de Correos ¿Sabes algún chiste malo que hacer con eso Yanki? - el tipo se recuesta hacia atrás en la silla. Genial, mi primer prepotente.
- Puede que sí y puede que no, por el momento limítese a escribir su nombre y profesión en la libreta.
- Vaya vaya, un hombre con agallas. De poco le servirá a usted tener agallas amigo mío - esta vez es un hombre de unos cincuenta y pico quien coge la palabra, pelo blanco abundante, con una camisa a rayas azul oscuro y unos pantalones marrón claro rematados con unos zapatos negros. Tiene restos de sangre en las mangas dobladas. Le miro a los ojos a la vez que recojo la libreta y la leo.
- Encantado de conocerle señor, aunque no hemos tenido el gusto de presentarnos formalmente. Usted es...
- Luis Sera, cardiólogo.
No puedo tener más suerte hoy, dios que pinchazo me acaba de dar mi cabeza...
- Encantado de conocerle señor Sera, usted me va a hacer mucha falta - digo mientras le estrecho la mano - y todos ustedes también, no duden que cada uno de los que está aquí es muy valioso. Para empezar, tenemos que esforzarnos en crear un buen hogar en esta base para esta niñita tan bonita. Estoy seguro que con el tiempo se conocerán mejor y no actuarán de una forma tan distante como lo están haciendo ahora.
El soldado Brooks se pone en pie de un salto, me giro y veo lo que supongo que es el mando español.
-Buenas noches. Soy el Sargento Bécquer, de la Compañia de Operaciones Especiales del Ejército de Tierra Español. Estoy un poco confundido. ¿Quién es usted y cómo ha llegado hasta aquí?
Estrecho la mano del hombre.
- Encantado de conocerle Sargento Bécquer, quisiera mantener una conversación en privado con usted. Soldado Brooks, ¿Puede llevarnos a algún lugar idóneo? Ustedes por favor no se muevan de aquí, pronto llegará más gente que necesitará ser atendida por sus personas.
En cuanto el soldado Brooks nos lleva a un despacho pequeño, éste se queda en la puerta montando guardia. Procuro reordenar de forma masiva todos mis pensamientos y las prioridades del momento.
- Perdone no haberle respondido las preguntas Sargento Bécquer. Mi nombre es John Robert Lanya, analista estadístico en el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta. Llegué hasta la costa en barco y después me depositaron en tierra a bastantes kilómetros de este pueblo, me recogió la Sargento Black por orden del Alto Mando Estadounidense. Mi misión es informar sobre la actividad del virus aquí en España a la vez que tratar de descubrir todo lo que pueda sobre este. Al igual que yo, más gente ha sido enviada a otros países, especialmente a Alemania, donde sabemos que se llevaron a cabo los mayores avances. Le he pedido la charla en privado para prevenirle sobre varias cosas: tiene un grave problema entre manos, puede que ahora no lo note porque el Gobierno Español aún perdura pero tiene que conseguir establecer un orden férreo entre sus hombres y todo aquel que sea acogido en esta base. No dude que se perderá el contacto con el Gobierno tarde o temprano y eso le privará a usted del mayor regalo que tiene, un objetivo. Sin este objetivo sus hombres empezarán a encontrar todo carente de sentido y se volverán insubordinados y esto conducirá a fusilamientos y esto a sublevación general y fin de la historia. Tiene que darles un futuro y una idea por la que luchar antes de que el gobierno se extinga, algo por lo que vivir al margen del Gobierno y de sus obligaciones de su anterior vida. ¿Ha visto alguna vez la serie de ciencia ficción Galáctica? Esto es lo mismo. Necesita crear un sentimiento de supervivencia basado en algo más que la sola seguridad de tener comida, agua y una casa sin Zs. Trate de estar en una ley marcial lo menos posible, llegará el momento en que los no-militares reclamarán un órgano propio que hable por ellos, pues van a ser los más ignorados ya que no son útiles para eliminar Zs. No descuide el bienestar de los civiles, les necesita más de lo que imagina. También y ya por último le sugeriría que formase un Estado Mayor entre los hombres de mayor graduación en los que confíe, no le conviene que quede en manos de una sola persona todo el poder militar, y no hace falta que le recuerde que si un descerebrado se cree que por tener un arma es mejor que otro que no la tiene esto se convertiría en una dictadura. Fomente la idea de que todos son igual de útiles, sepan manejar armas o no. Desgraciadamente para nosotros, en estos momentos igualdad es sinónimo de utilidad. Deles esperanza y algo por lo que luchar, aunque les mienta. Esto es una parte de lo que tengo que decirle, tengo bastante información acerca del virus, pero por el momento le toca a usted hablar Sargento Béquer.
Roll Off: Perdona por manipular tu personaje de esta forma Ripper, si quieres cambiarlo no hay problema. Siento que el post sea tan largo de verdad... |